“Intentamos generar dinero, pero no para acumularlo sino para poder mejorar el mundo”
Álvaro Cuadrado. Fundador y presidente de SQUAREVENTURES.
Diferentes rankings le sitúan como uno de los jóvenes de 30 años más influyentes de España. Con la mirada puesta en la vertiente social del emprendimiento puso en marcha SQUAREVENTURES, una consultoría en innovación social y medioambiental desde la que lanza proyectos empresariales con el objetivo de mejorar el mundo. Dicen que su carácter creativo, inquieto y decidido explica en gran medida los numerosos premios que va acumulando por su actividad empresarial comprometida. Recientemente estuvo en Tenerife en el acto de entrega de los Premios Emprendedores Fyde CajaCanarias 2018.
¿Cómo ha llegado a ser de mayor lo que quería ser de niño? ¿Cuál es el secreto de su éxito?
Al final tienes que apostar por lo que sientes. Nos acostumbramos a que nos vayan guiando por la vida y yo tuve la suerte de tener una familia que me dejó ser y sentir. Siempre aposté por el mundo de lo audiovisual y el marketing, y llegó un momento en el que entendí que el talento que tenía, aquella pasión, valía para algo más importante y fue cuando empecé a emprender proyectos sociales con ese objetivo de mejorar el mundo.
¿Y qué fue lo que le llevó a ese territorio del emprendimiento social?
Con quince años fui seleccionado para un programa de la UNESCO como Embajador de la Paz para Perú y Ecuador, y pude conocer diferentes culturas. Estuve con gente de Latinoamérica, con comunidades que, en una absoluta pobreza, eran muy generosas y pude sentir la sociedad tal y como es de verdad en el mal llamado tercer mundo. Ahí me di cuenta de algo que ha cambiado mi vida: que había algo más importante que yo mismo. En esta sociedad actual en la que tendemos a pensar solo en nosotros, de repente me di cuenta que lo que más feliz me hacía era cómo mejorar las cosas que no me gustaban.
Insiste en la posibilidad de mejorar el mundo a través del emprendimiento social ¿En qué medida una persona emprendedora social es una idealista y en qué medida es pragmática?
Por definición, todos los empresarios son idealistas. Si tenemos en cuenta que el 75% de las empresas no suele durar tres años, ya partimos de esa base fundamental. Precisamente en el emprendimiento social hay que ser muy pragmático porque si no, son proyectos que pueden no funcionar. Con lo cual tiene que haber un equilibrio entre los números y el corazón, y esto es así para un empresario que esté en el emprendimiento social o no. Yo no lo separo, para mí es la misma cosa. Al final es apostar por los sueños y hay que buscar ese equilibro.
“La empresa tiene que basarse en la ética y los valores”
¿De qué manera lo hace? Le oímos hablar de un código ético sobre el que ha ido fijando su recorrido profesional…
La ética tiene que regirlo todo: una empresa, un empleo, la política…, cualquier cosa que hagamos en la vida tiene que tener una base que sean los valores. La empresa -más que nunca porque son decisiones que afectan a más personas- tiene que basarse en esa ética y esos valores.
Cuando se trata de proyectos sociales, la gran mayoría está pensando en una ONG y no tanto en una empresa…
Yo parto de la base fundamental de que cualquier empresa en el momento de contratar a una persona ya está haciendo una contribución positiva. Se trata de alguien que fue a inventar un trabajo y a dar trabajo a otra gente. Creo que hay una nueva economía en la que lo importante no es la cuenta de resultados, no solo facturar o tener beneficio. Para mí, el dinero es una herramienta que nos permite transformar realidades. Obviamente con mis empresas intentamos generar dinero, pero no para acumularlo sino para poder mejorar el mundo. Es una nueva filosofía, una nueva forma de entender la economía que algunos –en mi caso más de diez años- estamos impulsando y hemos tenido que arriesgarnos porque no era tan normal. Pero yo creo que ya hay una cultura. Toda la generación millennial, sobre todo las últimas generaciones que están viniendo, apuestan por su pasión. Son personas que necesitan algo que no solo es el dinero, necesitan que de alguna forma les ayuden a sentirse realizadas, a que su contribución vaya un poco más allá. Creo que ese es el futuro de la economía, dejar de pensar en el dinero y pensar en el planeta.
Ha utilizado el verbo “arriesgar”. ¿Apostar por una empresa con vocación social tiene más riesgo? ¿Qué tipo de riesgo?
Sí, seguro. Nosotros no buscamos ganar dinero, sino que sea sostenible en el tiempo. No solemos trabajar con instituciones públicas ni con subvenciones, sino con empresa privada. Y nos movemos en márgenes que, obviamente, no son como en otras empresas que buscan ese beneficio. Hay proyectos que fracasan, no salen, y otros que tienen más recorrido. Es más complicado, pero nadie dijo que fuera fácil. Lo importante es el impacto que estamos generando. Hay proyectos con los que llevamos ya muchos años y conseguimos que superen esa barrera inicial de tres años que es más difícil, pero insisto, los problemas que tenemos los que hacemos emprendimiento social son muy similares a los que tiene cualquier empresario.
¿Qué ocurre si ante una decisión se enfrentan la eficiencia económica y la solidaridad? ¿Cómo se aborda este dilema en el emprendimiento social?
Hay que tener claro a qué se dedica la empresa. Si hay un dilema ético, no debería de haberlo. Siempre la ética tiene que prevalecer. Hay proyectos que, igual, ante un problema ético tienen que desaparecer si de repente no es coherente con tu forma de sentir o con tu forma de actuar. Es importante que no se venda humo, que se apueste por las ideas de verdad. Luego, hay ideas que salen e ideas que no salen, pero lo importante es hacer ideas.
“He encontrado la felicidad en provocar un impacto positivo”
¿Cómo escoge usted, o su equipo, sus proyectos para invertir? ¿Qué criterios tiene en cuenta?
Nos basamos en la sensibilidad. Trabajamos tanto proyectos de impacto social como de impacto medioambiental. Algunos de ellos nos llegan. Por ejemplo, hemos trabajado con un grupo de mujeres indígenas en México, y fueron ellas las que se pusieron en contacto con nosotros. También estamos trabajando con un proyecto de reforestación que se llama “Plántalo” que surgió a través de la muerte de mi abuelo. Él tenía unas fincas que mi familia no quería adquirir y yo decidí asumirlas para devolver los bosques que originariamente había. Al final, vamos viendo cosas que no nos gustan y que queremos cambiar. Yo le digo a la gente que tienen que sentir, desarrollar sensibilidad hacia los animales, el cambio climático, la infancia… Hay que sentir y actuar en consecuencia. Mucha gente se siente frustrada, pero para mí la frustración es la excusa hipócrita de la gente sin agallas. Como decía, hay que arriesgarse y hacer todo por cambiar lo que no te gusta. Sinceramente, yo he encontrado la felicidad en generar ese impacto positivo. Hay una frase que me encanta de Gandhi: “sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Eso es lo que tenemos que hacer.
¿Qué le parece necesario para que una persona emprendedora social sea competente?
Se habla muchísimo del talento -que es muy importante-, pero para mí lo que cambia la ecuación son dos cosas: la pasión y la actitud. Todos tenemos grandes sueños, todos tenemos miedos que dividen los sueños, pero la actitud es la que marca la diferencia. Y siempre digo que hay que alinear esa pasión, lo que te gusta hacer, con ese talento, hay que desarrollarlo. Pero sobre todo, romper paradigmas, romper con lo prestablecido, hacer cosas diferentes. A los problemas que tenemos actualmente, que están surgiendo nuevos, hay que darles respuestas diferentes para poder solucionarlos.
Háblenos del liderazgo en el emprendimiento social. ¿Qué distingue este estilo de liderazgo?
Pues es mucho más fácil liderar desde el emprendimiento social. El modelo económico tradicional era “yo te doy dinero, tú me das tu tiempo como trabajador”. En esta nueva economía ya no se busca tu tiempo; se busca tu talento, tu pasión, tus resultados. Ya no solo se ofrece dinero, también se ofrece tiempo libre, realización personal, poder viajar, estar alineados en valores. A la gente más apasionada no se le compra solo con dinero, sino con experiencias vitales únicas. La base de este liderazgo es hacer cosas que mis empleados en su vida normal no hayan podido vivir y enfrentar aventuras que, quizás, nunca se habían imaginado.
“Que el mundo fuera peor si tu empresa no existiera; ese es el cambio de paradigma”
¿Cómo valora el espíritu emprendedor de la ciudadanía española?
No somos muy emprendedores, pero sí ha habido un cambio en los últimos años sobre todo en quitarle el estigma al empresario. El empresario es una persona valiente. El emprendimiento no es solo montar una empresa, es una actitud vital. A mí, como empresario, me encanta cuando mis empleados son intraemprendedores, pero también me encantaría ver a políticos emprendedores que fueran eficientes, innovadores. Con lo cual, creo que se tiene que promover el emprendimiento como actitud y empezar desde el colegio, no ya en escuelas de negocio, sino en las aulas. Nosotros hemos formado un proyecto que se llama “School Valley” precisamente para detectar la pasión de niños y niñas de diez a doce años, y ayudarles con metodologías de Silicon Valley a desarrollarse y a tener esa actitud emprendedora que es la que marca la diferencia.
¿Cómo le parece que serán las empresas que puedan ser sostenibles?
Básicamente hay que empezar a cambiar los objetivos. Hasta ahora los objetivos podían ser de facturación, beneficio, número de empleados, crecimiento, expansión internacional…, que eso puede estar bien, pero hay que poner otros elementos. La Responsabilidad Social Corporativa ya no va de minimizar su impacto en el mundo. Las empresas, las personas tenemos que impactar, pero hacerlo positivamente. Que el mundo fuera peor si tú no estuvieras en el mundo, si tu empresa no estuviera en el mundo. Ese es el cambio de paradigma que tiene que haber. Empresas que se responsabilicen de que su presencia mejora el planeta.