“Para que querer sea poder, tienes que quererlo casi más que respirar”
Enhamed Enhamed es considerado el mejor nadador paralímpico de la historia. A los 8 años perdió la vista. Desde que tenía 14 empezó a entrenar a diario. Hoy día su palmarés luce 9 medallas paralímpicas, además de varios títulos mundiales y diversos récords. Obtuvo cuatro oros en Pekín 2008. Dos platas y un broce en Londres 2012. En 2014 subió al Kilimanjaro y también se certificó como Ironman en Lanzarote. Y en 2017 cruzó el Estrecho de Gibraltar a nado. Este nadador excepcional que hace valer el día de hoy por delante del mañana, aseguraba que en los Juegos Paralímpicos de Pekín había tocado el cielo. Ahora, que ha regresado de nuevo a la piscina, quiere volver a palparlo en Tokio 2020.
Entrevista realizada por Rocío Celis, periodista y socióloga
…Escuchar esta presentación desde fuera me impacta mucho más que haberlo vivido…
Pues díganos cómo ha podido mantener el esfuerzo y la constancia a lo largo de todos estos años.
Ha habido diferentes fases, no ha sido el mismo proceso siendo adolescente que siendo adulto. Supongo que con los años uno aprende a relativizar y, sobre todo, a darse cuenta de que el dolor de hoy no es necesariamente el de mañana, entonces, puedes ver las cosas más en perspectiva. Eso te lo da la edad, pero también el deporte. Digo esto porque la única manera de mantener la motivación es el compromiso. La gente cree que la motivación es algo que se atesora, esa fuerza de voluntad que se mantiene como si fuese una cantidad. Pero la realidad es que es un compromiso que adquieres con tu equipo, con tu entrenador y contigo mismo, y teniendo muy claro un objetivo a largo plazo. Cuando no hay una dirección o no sabes a dónde te diriges es como subirte al coche sin saber a dónde vas, sin GPS. Muchas veces la gente hace la ruta automática de todos los días para ir al trabajo o a su casa, pero si no tienes una dirección puedes llegar a cualquier parte.
Usted hace la distinción entre ese compromiso, la motivación y el talento. ¿Qué sería el talento?
Para mí el talento es simplemente tener la predisposición genética, física y mental para realizar determinada actividad. Y digo predisposición porque es muy diferente tener esta predisposición a ser capaz de hacer algo. Un Ferrari apagado tiene el talento de correr mucho, pero hasta que no se conduce no demuestra realmente su capacidad o su calidad. Con el ser humano pasa lo mismo. Y ahí entra en juego la motivación para arrancar el motor y que se ponga en marcha, pero el compromiso es el que hace que siga vuelta tras vuelta tras vuelta.
“Cuando no tienes nada a qué agarrarte, las certezas tienen que venir de lo que haces tú en ese momento”
Cuenta que, tras la ceguera, tuvo la experiencia de no saber qué iba a ocurrir en el futuro, no saber cómo iban a ir las cosas una vez que las circunstancias habían cambiado radicalmente. ¿Cómo se gestiona la incertidumbre?
Bueno, depende qué incertidumbre. La realidad empieza por aceptar que no tenemos nada garantizado. Solo hay una cosa garantizada mientras el resto de cosas están en el aire. Entonces, cuando no tienes nada a qué agarrarte, las certezas tienen que venir de lo que haces tú en ese momento. No pueden venir de “tengo una pareja, una familia, un trabajo…, me puedo relajar”. Las certezas vienen de “estoy cuidando a mi familia, estoy cuidando a mi pareja, estoy cuidando mi trabajo… Estoy cuidando de lo que hago”. Y son certezas diferentes porque una la tienes bajo control mientras que la otra, por muy convencido que estemos, no la tenemos bajo control. Es la única manera de gestionar esa incertidumbre. Y también es aceptar que hay momentos de mucha frustración, tristeza, dolor, pérdida… Y son necesarios porque mediante esos momentos y esas emociones, nuestro cerebro y nuestro corazón interactúan con la vida y con el mundo.
Con frecuencia dice que no perdió la visión, sino que ganó la ceguera. Usted subraya las ventajas. ¿Cuál es la clave para afrontar un cambio?
Principalmente el punto de vista. Es decir, “no es lo que te ocurre, sino lo que haces con lo que te ocurre, lo que determina tu destino” [Epicteto]. Perder la vista, yo no puedo hacer nada. Ganar la ceguera, la tengo que ganar todos los días. O sea, esto es algo que puedo controlar, que puedo manejar. Y respecto a lo que mencionabas de ver las ventajas, se trata de afrontar el cambio aceptando que todo va a cambiar. Aceptar que, aunque estemos haciendo lo mismo o convencidos de lo que sea, las cosas van a cambiar. Aceptar que lo que esté hoy, pues quizás mañana no esté. Es la única manera.
¿Querer es poder o eso es una falacia?
Depende de la situación. Para mí, conducir un coche o ser piloto por mucho que quiera no voy a poder. Si quiero subir al Everest por mi cuenta, yo solo sin ayuda, tampoco voy a poder. Ahora bien, ¿podría llegar al Everest? Pues va a ser muy muy muy difícil, prácticamente imposible, pero es posible. Con el equipo, la compañía, la gente y los recursos adecuados seguro que podríamos intentarlo y llegar (esto no quiere decir que vaya a intentarlo ahora mismo). ¿Querer es poder? Creo que es una falacia peligrosa en el sentido de que crea una especie de sentimiento de culpa. Como cuando hablamos de que la felicidad es la ausencia de dolor o de sufrimiento, y como todos tenemos algún pequeño dolor en nuestro día a día, nos sentimos muchas veces culpables porque todo el mundo está feliz en las redes sociales y nosotros no. Así, es un engañabobos. Pero a la vez “querer es poder” es una frase muy importante porque en momentos de bloqueo, te estimula a pensar “si este ha podido, yo voy a intentarlo también”. Necesito quererlo de verdad. Y cuando se habla de “quererlo de verdad” es porque en realidad vivimos sin querer las cosas de verdad. Vivimos deseándolas. Decimos, “me encantaría estar con tal persona o vivir en tal sitio…” Y yo siempre pregunto lo mismo: ¿qué has hecho para conseguir eso? Y me dicen, “es que ahora mismo no me acuerdo”. Entonces, nunca lo has querido de verdad. Para que querer sea poder, tienes que quererlo casi más que respirar. Es dormir pensando en ello y despertarse con ello. Y que todo lo que uno hace, piensa y aprende vaya enfocado a que consigas eso que te has propuesto. Y aun así no es una garantía de éxito porque aquí no hay nada garantizado.
Háblenos de eso. Si no se consigue el objetivo ¿qué pasa?
Pues lo pasarás mal, es normal. Pero siempre hay que hacerse una pregunta importantísima: ¿No lo he conseguido porque el plan no era el adecuado? ¿Puedo cambiar algo yo para intentar acercarme más a mi objetivo? ¿O esto me está enseñando que quizás tenga que ir a por otra cosa? Porque no conseguir el objetivo, a veces son indicaciones en el camino o bien para que mejores lo que estás haciendo, o bien, para que cambies de camino. La gente dice “¿y cuándo sé cuál es cuál?”. Pues eso depende de lo que hayas vivido y de lo que hayas invertido. Eso solo lo sabes tú.
Antes ha nombrado la frustración. ¿Esto cómo se maneja?
Muchas veces creemos que la frustración es algo malo, pero es una emoción que te está diciendo que tienes más capacidades que lo que los resultados te están mostrando. Es decir, que tienes más posibilidades que lo que estás consiguiendo hasta el momento. Desde este punto de vista, la frustración siempre es una emoción positiva porque te mueve a avanzar, a luchar, a seguir intentando conseguir más. Y la manera de gestionarla es precisamente escuchar este mensaje: “este resultado no es suficiente para ti, puedes hacer más”. Ahora bien, hay momentos en los que uno tiene que sopesar qué está ocurriendo en el resto de su vida. Porque claro, si estoy frustrado con un objetivo, pero al mismo tiempo estoy perdiendo a mi familia, mis amigos y el resto de mi vida, quizás esa frustración no sea del todo sana.
“El plan es lo que hace que pases de una idea a algo concreto”
Cuéntenos por qué dejó la natación en su momento y por qué ha vuelto a nadar.
Lo dejé porque no tenía ganas de seguir nadando, empezaba a nadar los lunes deseando que fuera sábado. El hecho de ir a un sitio a hacer algo que supuestamente se te da bien y porque es lo que has hecho siempre, me parecía que era tirar mi vida. Había muchas cosas que quería vivir y experimentar, y no tenía ganas de seguir luchando. No había nada que me llamase ni que me hiciera sentir comprometido. Años después volví simplemente porque por primera vez, de nuevo, disfruto de nadar. Echo de menos la competición y disfruto incluso de entrenar. Esa situación de “abandono” en que sencillamente estás a entrenar, a ejecutar lo que tienes que hacer y no hay que pensar en nada más. No hay un futuro, no hay un pasado, no hay nada que te preocupe sino simplemente seguir entrenando y seguir avanzando. En otra época de mi vida después de quedar quinto en un mundial me habría frustrado muchísimo y habría pensado “qué mal lo he hecho”. Esta vez me dije “pues mira, he quedado quinto. Está bien. Es el resultado que ha ocurrido hoy. La próxima vez espero hacerlo mejor”. Te lo tomas de otra manera. Es lo que en la filosofía oriental llaman tener un cierto desapego por el resultado. Y esto es lo que me produce ahora mismo la natación, un espacio en el que puedo sentir ese desapego y puedo practicar todas estas cosas de las que estamos hablando.
¿Cuál es su propósito actualmente?
Pues ayudar a otras personas a ver realmente que tienen un potencial mucho mayor del que están manifestando, mucho mayor del que están viendo día a día. Que nuestro cerebro, si lo usamos correctamente, puede ser una de las mayores y mejores herramientas para tener una vida feliz y equilibrada. Pero que también nuestro cerebro puede ser uno de los mayores tiranos para hacernos vivir una vida miserable aun teniéndolo todo. No tengo una idea original. En realidad, esto es algo que está presente en todas las culturas a lo largo de los siglos. Tengo la suerte de leer mucho -me lo lee el móvil y ahorro mucho tiempo- y tengo la posibilidad de condensar muchos aprendizajes que también he puesto en práctica en mi vida. Y mi propósito es acercar todo eso a la gente, con un lenguaje y con herramientas que puedan aplicar en este momento. Este es mi verdadero propósito.
Cuando se trata de ir a por un reto, prefiere la palabra “proyecto” a la palabra “sueño”. ¿Por qué?
Porque sueño es un deseo, algo bonito que te emociona. Pero un proyecto, un plan es algo concreto. Es decir, ¿qué tienes que hacer?, ¿qué pasos tienes que dar para hacerlo? Es como si alguien viene y te dice “me encantaría escribir”. Y tú le preguntas “¿y cuánto has escrito?”, y te responde “los mensajes del WhatsApp”. Bueno, pues hace falta mucho más que eso para pensar en escribir: ¿Dónde vas a escribir? ¿Qué vas a escribir? ¿A qué hora te vas a sentar delante del papel? ¿Cómo vas a afrontar el papel en blanco?… Es decir, el plan es necesario porque el plan es lo que hace que pases de una idea a algo concreto.